Soy un firme creyente en la paz de los hombres.
Lo concibo y lo creo.
Y sin duda, uno de los catalizadores de esa paz es la música.
Soy un firme creyente en la paz de los hombres.
Lo concibo y lo creo.
Y sin duda, uno de los catalizadores de esa paz es la música.
La verdadera.
Que no grita, sólo susurra.
No da giros ni vueltas, es clara y sencilla.
Amor mío, no le sueles hacer mucho caso.
La ignoras o haces como que no la oyes…
Pero está siempre ahí.
Escúchala y síguela.
Haz lo que te dice y te sentirás bien.
Habrás conectado.
Me niego a aceptar que somos islas de pensamientos, que nuestro flujo mental es cerrado e individual. Más bien somos lagos llenos de agua, comunicados por ríos y afluentes.
Y más exacto, somos ondas, unos con otros conectados.
Con los más cercanos, nuestras frecuencias sintonizan más rápidamente.
Estamos, queramos o no, interconectados.
¡Oh Divina Providencia!